
Agua embalsada en la región alcanza apenas el 4% de su capacidad total
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Fotografía: Alen Canto
Por Alen Canto
A día de hoy, alrededor de 500 localidades en la región de Coquimbo dependen de camiones aljibe para el abastecimiento de agua potable.
Con solo el 4% del agua embalsada respecto a la capacidad total a nivel regional, la escasez hídrica en la región de Coquimbo ha alcanzado niveles críticos. Situación que se mantiene a pesar de las últimas precipitaciones, obligando a más de 32 mil personas en la región a depender de camiones aljibe para obtener agua potable. Además, en relación al mismo período del año pasado, las cuencas de la región presentan un déficit del 72%, según datos proporcionados por el Laboratorio de Prospección, Monitoreo y Modelación de Recursos Agrícolas y Ambientales (PROMMRA).
Cifras que reflejan la gravedad de la crisis y resaltan la importancia de tomar las medidas necesarias. Según Cristian Muñoz, modelador estadístico del Centro de Estudios Avanzados en Zonas Áridas (CEAZA), “actualmente los niveles de embalse están bajo el 37% en toda la región, llegando incluso a 0% en el embalse Cogotí (provincia de Limarí). Lo anterior, sumado a que los niveles de caudal están entre un 20 y 41% del nivel promedio para la fecha, implica que la gestión de los recursos hídricos debe ser cautelosa”.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se estima que una persona necesita alrededor de 100 litros de agua al día para cubrir todas sus necesidades básicas, no obstante, el sistema de camiones aljibe entrega semanalmente el equivalente a 50 litros de agua diarios por persona. Denisse Rojo, jefa del Programa de Recuperación de Enfoque Manejo Sustentable de la Tierra (PREMST) de CONAF, explica “el servicio de camiones aljibes funciona desde la subvención estatal, la que entrega 50 litros al día por persona para una semana, es decir, son 350 litros para una persona en este período, y se define como consumo humano”.
Además, Rojo señala que, “el volumen de agua entregado es insuficiente, dado que no considera el uso doméstico ni el consumo animal, por lo que siempre es necesario que se complemente con otros accesos, como pozos o norias, las que cada vez van en creciente degradación y disminución de la napa”. Esto ha obligado a las comunidades rurales a modificar sus actividades productivas y cotidianas para adaptarse a esta nueva realidad. Según Rojo, «el acceso al agua hoy en día es una limitante para permanecer en los territorios. No es posible producir cuando la prioridad es el consumo directo, y entra en conflicto la necesidad natural humana con la necesidad económica que genera la productividad agropecuaria».
Para este 2024 se espera que persista la falta de precipitaciones, según Cristian Muñoz “para los próximos meses, con la llegada de un evento La Niña, se proyectan precipitaciones por debajo o dentro del rango normal para la época del año”. Además, Cristian Muñoz señala que la Región de Coquimbo se encuentra en una zona de transición entre el clima desértico del norte y el clima mediterráneo de la zona central. Esta ubicación hace que la región se vea especialmente vulnerable a la falta de sistemas frontales que suelen traer lluvias entre abril y septiembre en la zona centro-sur del país. También destaca que, “es por esto que actualmente no se habla que la Región de Coquimbo está pasando por una sequía, sino que se está desertificando por esta falta de precipitaciones”.
Sobre si se ha llegado a un punto de no retorno respecto a la recuperación de recursos hídricos, Cristian Muñoz comenta, “es difícil aseverar esto sin tener la estadística de la cantidad de agua infiltrada que podría eventualmente extraerse mediante pozos y la cantidad de agua que actualmente se extrae desde ellos. Por ello, y considerando que este invierno no debiera ser lluvioso en la región, es muy importante gestionar cautelosamente los recursos hídricos dado el actual contexto”.
Por otro lado, Rojo menciona que, en la situación actual, resolver o mitigar la problemática es difícil. En cambio, el trabajo se centra en implementar acciones específicas según las necesidades territoriales, “cuya base se funda en un trabajo colectivo, donde todos colaboran desde una participación activa y vinculante, que genera empleo local con retribuciones económicas que van en directo beneficio a la permanencia de sus actividades productivas y de subsistencia, como obras con sentido e impacto a corto, mediano y largo plazo».
La gestión de los recursos hídricos se vuelve cada vez más compleja, especialmente considerando las proyecciones de un 2024 con precipitaciones dentro o por debajo del promedio debido al fenómeno de La Niña. Ante esta realidad, es de gran importancia tomar conciencia y las medidas necesarias para enfrentar la escasez de agua, especialmente en la ruralidad de la región.