
Cristian Estrada, el “arquitecto urbano” de La Serena que vive entre las piedras
A unos metros del Parque Coll, en plena avenida 18 de Septiembre, se encuentran varias estructuras de piedra construidas por un hombre, que sin planos ni herramientas, embellece la ruta con su talento.
Desde lejos parecen estructuras antiguas de piedras apiladas sin pegamento ni nada que las mantenga, no están ahí por casualidad, Cristian Estrada es el responsable, un hombre de 60 años en situación de calle que ha hecho del Parque Coll su hogar y de las piedras, su nueva vida.
Una tarde, tras caminar una buena parte de la avenida siguiendo sus esculturas, encontramos al hombre que buscábamos. Bajamos la quebrada del parque y nos cruzamos con don Cristian, el cual con una disposición que sorprende nos recibe muy amablemente “yo percibo la vibra de las personas” mencionó mientras nos invita a conocer su espacio.

Oriundo de Puerto Varas, ingeniero civil titulado en la Universidad Federico Santa María, dice haber recorrido todo Chile por sus medios y gracias a la generosidad de la gente. Hoy duerme en una carpa en un costado del parque, en un espacio que él mismo limpió de la basura, los papeles y restos de droga. Fue ahí donde puso su colchón, sus frazadas, y sin tener claridad del porqué, comenzó a apilar piedras.
“Hasta el día de hoy me pregunto por qué lo hago, es como si la piedra me hablara, me transmitiese” dice Cristian con cierta emoción, asegurando que tiene un don otorgado por la madre tierra, la cual le permite hacer esto.
Cristian, cuenta que construye principalmente de noche, cuando el tránsito baja y hay más calma. Cada estructura le toma entre dos y tres horas, su ritual es limpiar el lugar y luego empezar a colocar las piedras, dejándose llevar por su creatividad. Las formas surgen mientras trabaja, sus obras resisten temblores, viento y grandes camiones. Él enfatiza en que si una piedra se cae, no es un error, todo es parte de.

El sector donde vive, está cubierto por esculturas, mucho más grandes y alevosas que las de la ruta “la gente se impresiona con las obras de arriba, imaginen vieran todo lo de acá abajo” dice con orgullo. Juguetes, flores y monedas decoran su morada y en medio de todo hay una pequeña figura de un ratón construyendo una pirámide, por el cual dice sentirse representado.

En cuanto al riesgo que corre estando en un sector catalogado como peligroso, asegura “todos me conocen acá, no corro peligro,la gente me cuida”. Lo mismo ocurre con sus esculturas, nadie las ha destruido, esto debido al respeto y al nombre que se ha hecho, “por su propio bien, mejor que no las boten, porque con la gente les va a ir mal”, bromea. Nos dice que muchos lo felicitan cuando lo ven pedir monedas, de a poco lo reconocen y saben que él es el autor de las figuras que ven en la avenida.
Retrocediendo un poco y mirando su pasado, Cristian recuerda que “tenía auto, relojes caros, ropa cara y buenos perfumes, pero la plata no da la felicidad, da estabilidad no más. Ahora soy feliz, busco comida donde puedo y me levanto cuando quiero”. Sin embargo, a lo largo de su vida en la calle, ha sentido en carne propia la discriminación “muchas personas sin conocerte te miran en menos, te discriminan. Pucha que es desagradable esa sensación”, se sincera.
Pero eso no es un impedimento para seguir, Cristian confiesa que su mayor aspiración, hoy por hoy, es que su historia se haga conocida a nivel nacional “quiero que venga Pancho Saavedra, salir en Sabingo. Que la gente vea lo que hago” para él, lo que hace es arte y quiere dejar un legado, “esto tiene que quedar por siempre, cuando yo muera, que alguien siga. Que se convierta en un hito”.

Luego de una larga conversación, le preguntamos cómo se define, a lo que responde sin dudar: “Una persona humilde” y luego de quedar en silencio por unos segundos, añade “un artista” dejando en claro su visión de él mismo.
Cristian tiene tres hermanos en el sur y también es padre, tiene una hija la cual él mismo define como una “mini-empresaria”. Hace años que no sabe de ellos ni de su paradero exacto, hoy en día trata de no darle mucha vuelta al asunto, sin embargo, le gustaría que su historia se masificara para que puedan reconocerlo, saber que sigue vivo y que ha hecho algo muy significativo “capaz que se impresionen” dice. Tal vez no lo sepan, pero su hermano, su padre, su familiar, es el arquitecto de piedra de La Serena. Un artista anónimo que cada noche, mientras la ciudad duerme, construye una nueva obra, piedra a piedra y pacientemente transforma simples estructuras en lo que puede llegar a transformarse en historia de la región.