
Recession Core: Conexión entre la moda y la economía
Aunque la economía y la moda parecen mundos distintos, están estrechamente vinculados. La moda refleja no solo estilos, sino también el contexto económico y social, mostrando cómo cambian las prioridades y el ánimo de las personas según la situación económica que atraviesan.
Por Jael Segovia
En el contexto global, el cual está marcado por tensiones geopolíticas, inflación económica y temor a la recesión, la industria de la moda ha reflejado el estado de ánimo económico. Esto no solo se representa en las pasarelas, son las elecciones de consumo, los estilos emergentes y los discursos en redes sociales los que sugieren que algo está cambiando.
Esto puede parecer un tema superficial, pero la forma en que nos vestimos y consumimos moda refleja en gran medida el estado económico en el que nos encontramos. En los últimos años, estilos sobrios y funcionales como office siren, clean girl, business casual u old money look han ganado popularidad en redes como TikTok e Instagram. Para muchos, este cambio sería una señal del comienzo de la incertidumbre económica actual: ante indicios de recesión, como la alta inflación y los mercados volátiles, las personas prefieren invertir en prendas duraderas y versátiles. De este modo, la moda sigue funcionando como un reflejo visual del estado de ánimo colectivo y de la necesidad de adaptarse ante escenarios económicos inciertos.
Esta lógica no es nueva. A lo largo de la historia, la moda ha respondido a los ciclos económicos. A principios de los 2000, tras la recuperación económica de EE. UU., el optimismo financiero se reflejó en un auge del lujo: prendas con colores vibrantes, tejidos glamurosos y logotipos dominaban las vitrinas. El mercado inmobiliario en expansión impulsó el consumo de marcas de alta gama y estilos llamativos. Como resume la editora de Who What Wear, Anna Laplaca “Ya fueran con logotipos o adornados con hebillas, los bolsos en forma de baguette se consideraban la tendencia It de los años 2000. Todo en la moda de los 2000 se definía por una mentalidad de más es más: más adornos, más capas y mostrar más piel”. En contraste, las crisis económicas tienden a marcar un giro hacia tendencias más sobrias y funcionales.
Un ejemplo histórico que ilustra esta relación es la teoría de George Taylor, conocida como el Hemline Index o Índice del Dobladillo. Según esta idea, cuando la economía prospera, las faldas tienden a acortarse como ocurrió durante los “felices años 20” con el auge de las minifaldas reflejando mayor confianza, libertad de consumo y optimismo social. Por el contrario, en tiempos de crisis, las faldas se alargan: tras la caída de la Bolsa de Nueva York en 1929, por ejemplo, las maxifaldas se convirtieron en protagonistas, fenómeno que se repitió en la década de 1930, tras la Segunda Guerra Mundial en los años 50, e incluso durante la crisis económica de 1982.
Aunque el Hemline Index ha sido ampliamente difundido, ha recibido críticas con el tiempo. Como aclara Clara Berg, curadora del MOHAI (Museum of History & Industry), la investigación original de George Taylor no estableció una relación directa entre la longitud de las faldas y el ciclo económico; en su tesis de 1929, se centró en cómo el acortamiento de las faldas impulsó la industria de las medias. En la investigación The Hemline and the economy: Is there any mach? de 2010, realizada por los economistas Marjolein van Baardwijk y Philip Hans Franses, sugiere que sí existe cierta relación, aunque con varios años de desfase. A pesar de las dudas, el Hemline Index sigue citándose como un ejemplo simbólico de cómo la moda puede reflejar el contexto económico y emocional de una sociedad.
Hoy, el regreso de prendas como blazers, camisas neutras, faldas largas y cortes simples, así como la popularidad de términos como “limpio” o “elegante” para describir estos estilos, no solo responde a una cuestión estética, sino también a una preferencia por lo atemporal y duradero. Este giro puede entenderse como una reacción a tendencias anteriores, como el dopamine dressing, uno de los máximos exponentes del estilo maximalista que predominó tras la salida de la pandemia. Sin embargo, más allá del vaivén estilístico, estas elecciones también parecen responder a un clima económico cambiante.
Actualmente, la economía global atraviesa un periodo de incertidumbre que influye en los hábitos de consumo, incluida la moda. En Chile, la inflación ha disminuido, pero sigue por encima de la meta del Banco Central, con proyecciones de mantenerse elevada en 2025, impulsada por factores internos y tensiones políticas. En EE. UU., si bien la inflación aún no ha provocado una recesión, la caída del PIB en el primer trimestre de 2025 (-0,3 %), el aumento sostenido del desempleo (4,2 %) y una baja histórica en la confianza del consumidor apuntan a un posible enfriamiento económico. Todo esto plantea un panorama ambiguo, en el que las señales mixtas del mercado generan cautela tanto en la economía como en la forma en que las personas consumen y se visten.
En este contexto de incertidumbre, la industria de la moda no solo está incorporando prendas más simples, sino que también explora nuevas alternativas. Una de estas transiciones es hacia un modelo de economía circular, donde acciones como comprar ropa de segunda mano o practicar el “thrifting” exigen cambios profundos tanto en quienes producen como en quienes compran.
Revistas especializadas como The Fashion Theory, The Journal of Dress and Body y Economy and Society promueven activamente el diálogo sobre temas como el consumismo, el exceso y la sostenibilidad. Además, gracias a las redes sociales, estas alternativas se están incorporando cada vez más en las decisiones de compra de los consumidores. Así, la moda sigue siendo un reflejo cultural y económico, aunque serán el tiempo y el mercado quienes definan qué estilos dominarán las pasarelas y tiendas. Sin embargo, más allá de las tendencias, que suben y bajan como la inflación, lo esencial es que nuestro clóset refleje nuestra individualidad y que nos vistamos con aquello que nos haga sentir bien con nosotros mismos.