Feria de Antigüedades da vida al pasado en La Serena
En la Plaza Santo Domingo, a un costado de la Plaza de Armas, un grupo de anticuarios de la región se reúne para exhibir y vender objetos con valor histórico, patrimonial y emocional. La feria, que forma parte de una iniciativa cultural con más de una década de trayectoria, ofrece al público una amplia variedad de libros, vinilos, loza antigua, monedas, cámaras fotográficas y piezas de colección, este sitio se ha convertido en un punto de encuentro para coleccionistas, curiosos y amantes de la historia local. Si bien los horarios varían, suelen instalarse los jueves y sábados durante gran parte del día.
Por Sebastián Alfaro
Elsa Rojas es una de las participantes de esta agrupación, que lleva 12 años recorriendo distintos rincones de la región de Coquimbo. Su conexión con este mundo es profunda: “Este trabajo se lo debo a mi padre, Eduardo Rojas, él fue el primer anticuario de La Serena. Me enseñó mucho; mi trabajo es muy entretenido y va muy ligado al recuerdo”.
Esa conexión emocional es algo que se repite entre quienes visitan la feria. “Un libro a veces evoca llanto porque fue el primer libro que le compró el papá, o ven cosas que tenían en sus casas cuando eran niños y se reencuentran con eso”, comenta Elsa.
Uno de los momentos que más la marcó ocurrió mientras vendía una fotografía antigua de un matrimonio. Un hombre se acercó y, para su sorpresa, reconoció en ella a sus propios padres de jóvenes. “Se emocionó mucho y me preguntó cómo me había llegado la foto. Fue muy grato entregársela”.
Sergio Espinosa, otro de los anticuarios presentes, comenzó a vender en la feria en 2015, aunque su pasión por las antigüedades le viene de toda la vida. Recuerda especialmente la historia de un hombre de 80 años que se reencontró con el cenicero que había hecho como trabajo de titulación en su colegio técnico. “Cuando joven lo botó, pero el tiempo le dio el valor y la importancia para él”.
La feria no solo permite adquirir objetos únicos, sino también conectar con la historia personal y colectiva de la región. Para muchos, recorrer sus puestos es reencontrarse con recuerdos olvidados, mientras que para los anticuarios es una forma de preservar el patrimonio desde lo cotidiano. Así, esta iniciativa se consolida como un espacio donde el pasado sigue presente y al alcance de todos.
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