
Retrospectiva de Roberto Jacob
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Roberto Jacob en el escritorio de su oficina. (Fotografía: David Amigo)
Por Felipe Suárez
Ubicada en Prat 451, el alcalde de La Serena abre las puertas de su oficina para relatar los momentos claves de su mandato como máxima autoridad comunal durante los últimos 12 años, expresando sus visiones sobre el pasado, presente y futuro de la capital regional. También manifiesta lo que ha significado para él haber estado a cargo del municipio desde el 2012 y su desarrollo personal al respecto.
En el sillón del espacioso despacho donde ejerció durante más de una década sus funciones laborales se acomoda Roberto, quien responde afirmativamente con un breve, conciso y tajante “sí” a la primera interrogante, que tiene relación sobre el hecho de que si efectivamente considera que ha sido un largo viaje su periodo a cargo de la ciudad de La Serena. Explica que tras 12 años como concejal y 12 años como alcalde no siente un atisbo de nostalgia, ya que va a seguir residiendo en la comuna, acompañado de su familia, y desde esa posición buscará la forma de “seguir ayudando y servir a las personas, en definitiva, me voy tranquilo y contento”.
Incluso en la séptima década de su vida, la devoción por el servicio público del jefe comunal es incombustible. El ser humano es un animal de costumbres, y el caso del alcalde no es la excepción, pues es él quien ha dedicado 50 años de su vida a emplear su tiempo y esfuerzo en las instituciones estatales. En efecto, 38 años en el Servicio Agrícola y Ganadero, adicionados a las 12 añadas a cargo del municipio totalizan cinco décadas trabajando por y para el Estado. “Esa pasión no se compra en la feria ni se inventa, es algo con lo que uno nace”, explica Roberto.
En este sentido, comenta que desde los inicios de su recorrido en el ámbito político se va recogiendo la experiencia desde los primeros cargos que ejerció. Las vicisitudes del camino le pusieron al frente obstáculos tanto fáciles como difíciles de sortear, “pero al final uno dice que eso fue positivo, porque te deja una tremenda enseñanza y un gran aprendizaje”.
“Escuchar es gratis”
El radical realiza un énfasis sobre la posibilidad y el hecho de equivocarse en la práctica de sus funciones. “También se aprende de los errores, porque uno es humano y eso es algo que a veces la gente no entiende, no comprenden que un alcalde se puede equivocar, entonces es bueno decir que las autoridades también somos humanas”.
Roberto afirma que la capacidad de escuchar es fundamental en el contexto de sus labores, tanto en los errores como en los aciertos, “escuchar es gratis”, asiente. Comenta que tales características las adquirió en sus tiempos como edil y fueron afianzadas a cargo de la alcaldía.

“Hay que saber que se está interactuando con personas, uno no tiene que hacer la diferencia y estar uno o dos pasos más arriba por sobre la gente que te votó. Hoy en día la gente quiere ver a una persona sencilla y no con alguien que tiene un ego superior y creyéndose autoridad. Ese es el primer error que cometen las personas que hoy están involucrados en la política, olvidarse de la gente durante mucho tiempo y acordarse de ellas cuando son las elecciones”.
Los momentos más críticos
Terremotos, temporales, sequía, recesión económica, Papaya Gate, denuncias de Contraloría, estallido social. Hubo una importante cantidad de adversidades durante los últimos 12 años, en este sentido, la pandemia es el momento elegido por Roberto como el más crítico de su mandato.
El hecho de que durante meses la morgue del Hospital de La Serena se repletaba con cadáveres de personas que al momento de su fallecimiento se presentaban como positivos de COVID-19, sumado a la ignorancia generalizada debido a la novedad de enfrentar una pandemia producía una mezcla incomoda de confusión y miedo en la sociedad. Los serenenses no fueron una excepción, “era una ciudad distinta”, afirma el alcalde.

La tormenta pasó, las restricciones disminuyeron, las mascarillas poco a poco comenzaron a disminuir su presencia. “Lo importante es que se logró salir, pudimos ayudar a mucha gente y salvamos vidas. Quiero recalcar que eso no lo hice yo, soy la cabeza, pero los que trabajan son los funcionarios de la salud, a quienes agradezco enormemente su labor”.
Sin embargo, resulta insoslayable aludir a las secuelas de tal evento. Tal como Roberto recalcaba la importancia de escuchar, aquella habilidad se vio mermada considerablemente en la sociedad post pandémica. “Fue difícil, además la gente quedó muy sensible, ante cualquier estímulo reaccionaban violentamente. Lamentablemente eso es lo que quedó, al estar tanto tiempo aislados se perdió la costumbre de dialogar y de conversar, ahora estamos retomando la normalidad”.
Ovallino en La Serena
En un barco que zarpó desde Siria con dirección a la ciudad de los campanarios viajó la abuela de Roberto Jacob, tan solo seis días posterior a su arribo en la capital regional dio a luz a su padre, quien años después se titularía como médico, ejerciendo su profesión en Ovalle, donde se radicaría con su familia. El actual alcalde de La Serena forma parte de ese clan.
“A Ovalle yo le tengo mucho cariño porque es mi ciudad natal, pero la conexión con La Serena es tremenda, mi papá adoraba la ciudad, cuando podía se arrancaba”, relata Roberto, quien, disimulando una sonrisa, confiesa que un momento pensó que su lugar de nacimiento le generaría dificultades para ocupar el trono municipal serenense. “Pareciera que era muy difícil que yo, siendo ovallino, fuera alcalde de La Serena, pero parece que no se dieron cuenta, porque lo logré. Yo siempre dije que iba a ser alcalde de La Serena, se veía lejano, pero cuando uno quiere puede, la verdad es que soy serenense de corazón”.

Sin embargo, su arribo a La Serena no fue repentino, pues Roberto relata que recorrió Chile de sur a norte antes de asentarse definitivamente. Desde Ovalle fue inscrito en un internado en San Felipe, una vez finalizado sus estudios volvió su ciudad natal, donde su padre le realizó una propuesta, ”mire patroncito, usted ya se recibió de técnico agrícola y sus hermanos están estudiando, así que usted trabaja o se va de la casa”. El “patroncito” eligió irse a Concepción, donde estudiaban sus hermanos.
Roberto disfrutó del paisaje brindado por el río Bio-Bio hasta cinco días antes del golpe de Estado de 1973, como si se tratara de una epifanía, el joven de 22 años en ese entonces resolvió que “algo no me cuadraba”, por lo que armó su maleta y volvió a Ovalle. A sus hermanos los terminarían expulsando de la universidad producto del contexto político y social.
Frente a esta situación, no hubo más remedio que buscar trabajo, el alcalde rememora la situación en la que consiguió trabajo en el Servicio Agrícola y Ganadero. “Tiene que haber habido una fila de 25 técnicos agrícolas por un concurso, yo me vine con un colega de Ovalle que trabajaba en una zapatería. Estábamos haciendo la fila y yo le decía que nos devolveríamos y le dijéramos a mi papá que había mucha gente y no encontramos pega, cuando de repente una señora que estaba en la fila dijo ‘¿Quién tiene título?’ Yo tenía título, mi compañero igual. Fuimos los únicos que levantamos la mano, ‘ustedes dos quedan’ dijo la señora. De ahí me fui a Caldera a trabajar en un control sanitario a tres kilómetros de la comuna. Estuve tres años y medio y en 1978 me trasladaron a La Serena”.
“Espero que me recuerden con cariño”
“No soy mucho de descansar, siempre me levanto en la mañana pensando en hacer algo, pero voy a estar más relajado”, confiera Roberto, quien pese a contar con la energía y ganas suficientes para seguir involucrado directamente en el ámbito político, tiene determinadas cuáles son sus prioridades, “no me vuelve loco estar sentado en algún sillón o diputación, no porque dejé un cargo tengo que irme a otro, cada cosa tiene su tiempo”.
Echando la mirada atrás, el alcalde manifiesta que no solo ha cambiado la ciudad, sino que también él ha cambiado con ella. “Yo llegué con el pelito medio negro y ahora me voy de vuelta para mi casa con una blanca paloma en la cabeza. Lo más importante es que La Serena sigue creciendo, la gente dice ‘no hay como La Serena romántica de antes’, eso no va a volver nunca más, la gente no entiende que hay que acostumbrarse a vivir acorde a los tiempos”. En este sentido, también explica el optimismo que tiene por las gestiones futuras que se realizaran en la ciudad, independiente de quien sea que esté ocupando el escritorio de su oficina. Así como también, realiza un paralelismo con la situación en la que él asumió la jefatura del municipio. “Quiero ver los progresos que haga quien venga, le voy a dejar algunas deudas, algunos cachos, pero hay que asumirlo. Cuando asumí no hice auditorías, no miré para atrás ni le cobré nada a nadie.

“Se recordará mi cercanía, el hecho de no discriminar y de dialogar. Yo camino solo, no ando con guardias, me paran diez veces en la calle y las diez veces me pongo a conversar con la gente. Eso creo que es un sello que tengo, soy así y voy a seguir siendo igual. Espero que la gente me recuerde con cariño, no pido nada más que eso”.
“Me voy a dedicar a las cosas que me gustan, mi familia, mis hijos, mis nietos, ellos no quieren más guerra, empecé a conocer a mi señora de nuevo, voy a hacer una vida normal, como la que tenía antes. Vivo en un huerto familiar y cultivo lo que haya, me dedico a eso, yo no ocupo la pala, ocupo mis manos, esa es mi conexión a tierra, porque antes de ser concejal yo cosechaba papas”.
