Arte, comercio, servicios: La subcultura bajo el semáforo

Arte, comercio, servicios: La subcultura bajo el semáforo

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La Colina Digital se detuvo más de un tiempo de cambio en diferentes semáforos, para conocer las historias de vida que surgen en cada esquina. 

Por Esteban Campuzano

Es común encontrar en las calles de la conurbación un estilo de vida que comúnmente pasa desapercibido para los peatones, pero que, para los conductores más frecuentes, es una realidad con la que conviven día a día. Tanto artistas urbanos como vendedores ambulantes forman parte de esta cultura que gira y se sustenta alrededor de los automovilistas que transitan, aportan y compran sus productos.

Frecuentemente se ven comerciantes ubicados en los bandejones centrales de la calle o bien a los costados de la calzada, esté emplazamiento es peligroso para el común de la gente, pero estas personas se mueven con una gran destreza aprendida solo por el tiempo. Suelen surtir productos como golosinas, agua, bebidas energizantes y un gran abanico de artilugios para vehículo. Entre estos objetos también se encuentran cargadores para celular, aromatizantes, paños de limpieza e, incluso, simpáticos objetos decorativos.

Para estos comerciantes el trabajo callejero es una realidad y un estilo de vida que les ha ayudado a tener una libertad laboral, la cual valoran y destacan por sobre cualquier otra labor. Este estilo de trabajo, según cuentan, les ha permitido estar más presentes en sus hogares y ser dueños de sus horarios, lo cual es fundamental para algunos, pues no podrían permitirse un horario tan extenso y fijo como es requerido en la mayoría de las empresas. Por otra parte, esta libertad también conlleva sus riesgos, pues no poseen una fuente de ingresos fija.

A pesar de este hecho, hay algunos vendedores que se han ido convirtiendo en personajes típicos de la zona, debido a los años que llevan dedicándose a su ocupación. Entre ese selecto grupo de personas nos encontramos con don José Mestre, mejor conocido como “Pepito”, quien lleva más de 20 años trabajando en la misma esquina y poco a poco se ha ido ganándo el cariño de quienes transitan por el lugar. 

Su lugar de trabajo se ubica en una de las intersecciones más transitadas de la ciudad de La Serena, en Balmaceda con Amunátegui, frente al “Colegio para jóvenes y adultos de Balmaceda”. El aprecio por este personaje llevó a dicho establecimiento a realizar una colecta para ayudar a Pepito a solventar los tratamientos médicos de una situación complicada que vivió a principio de año, por lo cual debió ausentarse durante un tiempo, dificultando la situación económica de su hogar, ya que él es la principal fuente de ingresos en su familia.

Según comenta Pepito, él es una persona muy querida por los locatarios y conductores, debido principalmente al respeto que entrega a sus clientes, quienes comúnmente vuelven a comprar sus productos que, en ocasiones, son adquiridos más por el buen trato que por la necesidad. Al respecto dice “los conductores son muy respetuosos, eso sí, todo depende de la persona. Por mi parte yo jamás he tuteado a nadie, siempre trato de usted, sea quien sea, con corbata o sin ella, para mi a todos hay que tratarlos con respeto ya sea dama o varón y en el caso que no sean respetuosos prefiero dar las gracias y seguir mi camino”.

Por otra parte, José destaca que muchos de los vendedores callejeros cuentan con un permiso otorgado por la municipalidad, los cuales les permite vender en determinadas ubicaciones, al contrario del pensamiento común de la gente, quienes suelen atribuir este trabajo a una actividad irregular. En esta misma línea, hace mención al apoyo que obtuvo del actual alcalde, Roberto Jacob, que cuando ejercía como concejal fue quien le ayudó, con su gestión, a obtener el permiso que le permite hacer la venta de sus productos en ese lugar.

Otro personaje recurrente en la ciudad es Rodolfo Rojas, quien se dedica principalmente a la venta de diarios, entre los ejemplares que vende se encuentran Las Últimas Noticias, El Día, La Cuarta y La Región. Según comentó, él lleva más de 30 años dedicándose a la venta de periódicos, también dice que, con el tiempo, ha tenido que reinventarse para poder seguir viviendo de este trabajo, es por esto que ha ido agregado más productos para vender, como por ejemplo pinos aromáticos y paños especiales para limpiar automóviles.

Rodolfo menciona “los tiempos han ido cambiando y eso ha generado una disminución en las ventas de los diarios, ya que la mayoría de las personas prefieren leerlo de forma digital, porque es gratis y más práctico de visualizar, sin embargo, gracias a estos pequeños artículos que suelen venderse con frecuencia, las ganancias de este empleo son proporcionales a lo que lograba recaudar hace años”.

Las historias de estos vendedores no son distintas a la que viven miles de chilenos, quienes llegan todos los días a completar su jornada laboral, sin embargo, la libertad y esfuerzo por seguir adelante, es lo que impulsa a estos comerciantes a continuar su trabajo, ubicados en sus tradicionales intersecciones. Esta labor se ha transformado en su estilo de vida, el cual según relatan, les ha permitido sacar adelante a sus familias por años y poder sustentar los estudios de sus hijos.

Arte urbano

Por otra parte, el comercio no es lo único que se puede ver bajo los semáforos, con el tiempo ha surgido también otra área, apreciada por algunos y molesta para otros. El arte urbano también es una muestra de la realidad callejera que no distingue edades. Es muy frecuente al transitar por las calles de la ciudad encontrarse con malabaristas, bailarines y hasta trapecistas, quienes demuestran tener una destreza escénica capaz de montar actos en solo 32 segundos, el tiempo que demora en cambiar un semáforo.

Es en este contexto que nos encontramos con Gonzalo Garrido, un malabarista autodidacta que se dedica a “hacer semáforos”  desde los 15 años. Para él, según relata, esto inició como un juego de niños en el colegio donde estudiaba, pero con el tiempo y con mucha práctica ha transformado su gran pasión en su fuente laboral.

Gonzalo comenta que hace 20 años atrás el arte urbano era muy complejo de llevar a cabo, los automovilistas miraban de mala forma a estos artistas y se veía reflejado en la ganancia diaria. Sumado a esto, carabineros era otro obstáculo con el cual lidiar para poder expresar su pasión por los malvares, ya que solían llevar detenidos a quienes se dedicaran a esto, no obstante, actualmente esto es cada vez menos frecuente de ver.

Cabe mencionar que, si bien existe un cambio en la mirada que se tiene de estos artistas, en el 2021 ocurrió un caso que remeció a todos los chilenos y más aún a quienes han hecho de las calles su fuente laboral. La muerte del malabarista Francisco Martines, tras ser víctima de un abuso policial en la localidad de Panguipulli, fue un caso aislado, pero que conmovió y logró concientizar acerca de la labor y humanidad de estos artistas.

Gonzalo relata que la gente ha comenzado a mirarlos con otros ojos, apreciar el arte y el esfuerzo de aquellos que caminan y montan shows en los semáforos y espera que la gente cada vez vaya valorando más a quienes son la entretención de los miles de automovilistas que transitan día a día por las calles de la ciudad.

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