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Por Alexis Espinoza
En nuestra sociedad actual, a menudo nos encontramos inmersos en la prisa y la indiferencia. Pasamos por alto a las personas que nos rodean, como si fueran invisibles, sin siquiera dedicarles un simple saludo. Sin embargo, ¿Qué tan difícil es decir «hola, por favor y gracias»? Estas palabras aparentemente insignificantes tienen un poder sorprendente. Hoy, quiero invitarlos a reflexionar sobre la importancia de estos pequeños gestos y cómo pueden marcar una gran diferencia en nuestras vidas y en la sociedad en general.
¿Alguna vez has notado cómo un «buenos días» u «hola» ilumina el rostro de alguien? Estos saludos pueden ser el rayo de sol que rompe la monotonía y genera una conexión humana. Piensa en el chofer de la micro que te lleva a tu destino, las personas que realizan labores de mantención en la comunidad universitaria, los que realizan el aseo o los que llevan a cabo la mantención de las áreas verdes. A menudo, desconocemos e ignoramos la existencia de las personas con las que compartimos día a día. Es momento de cambiar esta actitud y reconocer a los demás como seres humanos dignos de atención y respeto.
Las palabras tienen un impacto poderoso en nuestro entorno y en nosotros mismos. Decir «por favor» y «gracias» no solo muestra educación, también contribuye en la salud mental de las personas aunque no lo parezca. Según la investigación “Gratitud y Personalidad” realizada por Reynaldo Alarcón y Carmen Morales , de la Universidad Ricardo Palma en Perú, menciona que expresar la gratitud entre personas “actúa como estímulo motivador (…) El agradecimiento genuino, acompañado, a menudo, de expresiones de alegría y felicidad, son manifestaciones que objetivan la satisfacción que experimenta íntimamente la persona beneficiada”.
Por otra parte, según se explica en el artículo escrito por Francisco Javier Vásquez De la Hoz, de la Universidad Simón Bolívar en Colombia, el buen trato es esencial dentro de las interacciones sociales, pues va más allá de generar un ambiente amable y solidario, ya que “si la forma en que se tratan es adecuada, se estaría propiciando una convivencia sana y pacífica, pues (…) implicaría la aceptación de las individualidades de los involucrados”. Ahora bien, en un mundo donde la indiferencia parece ganar terreno, es nuestra responsabilidad hacer un cambio con pequeños gestos de cordialidad.
Hagamos el esfuerzo de ser conscientes de nuestro comportamiento y practiquemos la cortesía con las personas que nos rodean dentro de la universidad. En cada interacción, recordemos que nuestras palabras tienen el poder de generar un impacto positivo. ¡Marquemos la diferencia y cultivemos una sociedad más amable y respetuosa, una palabra a la vez!